RAFAELITO: UNA SESIÓN FAMILIAR EN BUSCA DE APOYO ©
REFLEXIONES SOBRE LA INTERVENCION, FAMILIA Y RESPONSABILIDAD.
La historia de
Rafaelito, tejida con hilos de paciencia, resistencia y pequeñas victorias,
ejemplifica la complejidad que envuelve el abordaje clínico del Trastorno por
Déficit de Atención e Hiperactividad de tipo combinado. No es sólo la travesura
ni la inquietud lo que define a Rafaelito, sino la maraña de factores
—familiares, escolares y emocionales— que convergen y modelan su andar lento,
pero constante, hacia el progreso.
En cada sesión,
el esfuerzo del terapeuta se veía reflejado en delicados movimientos de avance:
pequeños pasos de una sinfonía que involucraba no solo al infante, sino al
núcleo entero que lo rodeaba. La aceptación de la medicación, tras no pocas
dudas y recelos, fue apenas el primer umbral traspasado. Sin embargo, los
engranajes del cambio giraban con lentitud, frenados por la sobreprotección
familiar, la permisividad y los refuerzos poco adecuados que, más que ayudar,
reforzaban conductas desafiantes.
Fue entonces
cuando se hizo evidente la necesidad de mirar más allá de los muros de la
consulta individual y abrir el espectro hacia la familia completa. Así, en una
tarde de reunión donde “hasta el gato” parecía formar parte del proceso, el
terapeuta se sentó frente a los más de ocho integrantes del hogar. El propósito
era claro: instruir y educar, no sólo sobre las raíces y manifestaciones del
TDAH, sino sobre “la responsabilidad compartida” de acompañar a Rafaelito en su
travesía.
La escena
adquiere un matiz entrañable cuando la abuela materna, sosteniendo al más
pequeño de la familia, irrumpe en la conversación: “Doctor: ¿No le parece que
Rafaelito aún está muy chiquito para exigirle responsabilidad?, ... Cuando sea
grande ya tendrá que enfrentar la dura vida… y eso, le exigirá”. Su pregunta,
cargada de ternura y sabiduría popular, abre un paréntesis reflexivo sobre la
naturaleza de la responsabilidad y el momento apropiado para sembrarla en la
infancia.
El terapeuta,
lejos de imponer, escoge la senda del diálogo asertivo. Explica que la
responsabilidad no es una carga reservada a la adultez, sino una semilla que se
cultiva desde los primeros años, especialmente en quienes, como Rafaelito, han
de aprender a navegar los desafíos del TDAH. Ilustra su punto con la imagen del
hermanito en los brazos de la abuela, recordando que cada día ofrece una
oportunidad para crecer en autonomía y compromiso con uno mismo y con los
demás.
La familia,
tocada por la claridad del mensaje, asume el reto de corregir el rumbo. A
instancias del terapeuta, se diseña un plan de recompensas graduales, adaptado
a los logros diarios, semanales, mensuales y anuales de Rafaelito, valorando el
esfuerzo por encima de la simple promesa. El proceso de acompañamiento familiar
se transforma así en una alianza, donde la guía profesional y la voluntad de
cambio se entrelazan para abrir nuevos caminos en la educación emocional y
conductual del menor.
Al concluir la
sesión, Rafael padre—en nombre de la familia— se compromete a seguir las
recomendaciones, sembrando la esperanza de que, con constancia y apoyo mutuo,
los frutos llegarán en su debido tiempo. Lo que vino después, acaso, merezca un
nuevo capítulo; por ahora, el caso de Rafaelito permanece como faro y ejemplo
para quienes, desde la clínica y el hogar, afrontan la complejidad y la promesa
del TDAH con humanidad, apertura y renovada responsabilidad. (07-20-25)
NOTA: Las fechas,
datos personales y locaciones han sido sustituidos para proteger la identidad
del paciente.
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