UNA TARDE DE VERANO EN MIAMI: LA TERAPIA DE MIGUEL ©
CONSTRUYENDO AUTOESTIMA EN MEDIO DE DESAFÍOS
A mediados del
abrasador verano del 2005, Miami se transformaba en un horno bajo el peso de un
sol implacable. Las calles reflejaban el calor con una intensidad casi
surrealista, mientras los árboles, despojados de su frescura característica,
parecían inclinarse ante la fuerza de la estación. En este contexto sofocante y
vibrante, el terapeuta emprendió una misión que, aunque rutinaria, tenía un
profundo significado: viajar hasta el remoto noroeste de la ciudad para ofrecer
a Miguel Orozco su sesión semanal de terapia.
El viaje
transcurría en un vehículo cuyo aire acondicionado trabajaba al límite, apenas
logrando mantener el interior en un estado tolerable. El terapeuta, con las
manos húmedas por el sudor, ajustaba el volante mientras reflexionaba sobre la
importancia de estas sesiones para Miguel. "Es un sacrificio
necesario", pensaba, convencido de que estas horas de terapia eran un
ancla esencial para el niño de 10 años que enfrentaba síntomas de depresión y severos
trastornos de atención e hiperactividad. Estos desafíos lo hacían desfavorable
en comparación con otros niños, afectando su rendimiento académico y generando
frustración que erosionaba su autoestima.
UN AMBIENTE FAMILIAR COMPLICADO
Miguel no solo
tenía que lidiar con sus propias luchas internas, sino también con un entorno
familiar caótico. Su madre cambiaba de pareja frecuentemente, lo que sumía al
pequeño en un ambiente de inadaptación y de relaciones inestables con figuras
que podían ser modelos que seguir. Este panorama complejo añadía aún más peso a
la importancia de las sesiones de terapia, que buscaban brindarle luz en medio
de tanta incertidumbre.
LA SESIÓN DISEÑADA PARA MIGUEL
El enfoque del
terapeuta aquel día tenía un propósito claro: trabajar en la autoestima de
Miguel. Para ello, utilizó una metodología conocida como “Técnicas de éxito
inducido”, diseñada para que cualquier forma en que resolviera las situaciones
se tradujera en éxito. Durante la sesión, cada esfuerzo de Miguel era reforzado
con frases cargadas de motivación y orgullo. “Dale Miguelón, que tú puedes”, le
decía el terapeuta en tono optimista, utilizando una expresión cotidiana que
evocaba fuerza y determinación.
Poco a poco, el
niño comenzó a modificar la percepción negativa que tenía sobre sí mismo,
sintiéndose capaz de alcanzar metas y superar desafíos. La dinámica era
efectiva, y el terapeuta sentía que estaban logrando pequeños pero
significativos avances.
EL CONFLICTO CON EL NOMBRE
Sin embargo, la
madre de Miguel, que desde la distancia parecía escuchar lo que ocurría en la
sesión, interrumpió al terapeuta al finalizar. En lugar de buscar una
explicación sobre los progresos de Miguel, se centró en una cuestión
aparentemente menor: pidió al terapeuta que dejara de llamarlo
"Miguelón" y utilizara "Michel", intentando reforzar un
nombre de origen inglés. La reacción de la madre estuporosa.
El terapeuta,
sorprendido por la petición, justificó su elección explicando que la
terminación "ón" es una expresión común en su país para potenciar una
conducta positiva, por ejemplo, Roberto – Robertón. No obstante, respetando la
decisión de la madre, al final de la conversación, el terapeuta con cierta
dosis de ironía le solicitó aclarar si debía referirse al niño como
"Miguel", tal como figuraba en su Medicaid e historia clínica, o como
"Michel", siguiendo sus deseos.
REFLEXIÓN FINAL
Aquella tarde, en
medio del calor sofocante de Miami y los desafíos personales de Miguel, la
sesión de terapia no solo fue un espacio para transformar la autoestima de un
niño, sino también un reflejo de las complejidades que enmarcan el desarrollo
humano. Entre técnicas terapéuticas, conflictos familiares y un entorno poco
estable, el terapeuta continuó su misión, convencido de que cada pequeño paso
marcado por el esfuerzo y la empatía era, sin duda, un éxito. Las subjetivas consideraciones se las dejo a ustedes
como tarea. (7-18-25)
NOTA: Las fechas,
datos personales y locaciones han sido sustituidos para proteger la identidad
del paciente.
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